Horizontes del suelo

El horizonte 0 corresponde a la capa del suelo más somera compuesta por materia orgánica. Sobre ella se desarrolla gran parte de la actividad biológica, con la acumulación de restos vegetales y animales. La actividad microbiana es muy intensa lo que produce una cantidad importante de CO². La presencia de materia orgánica permite la creación de abonos naturales que aportan nutrimentos a los horizontes edáficos inferiores. Por tanto, la naturaleza de la materia orgánica controla factores del suelo como la retención de agua, aireación, porosidad y resistencia a la erosión. Esta primera capa del perfil edáfico posee una estructura masiva donde inician los procesos de descomposición. El horizonte 0 es una capa común en suelos evolucionados donde la tasa de erosión es baja.

El horizonte A se conoce como capa de lixiviado, pues es en esta parte del perfil del suelo donde se produce el lavado de finos, coloides y minerales. La infiltración del agua sumada a la mayor concentración de CO² permite la disolución preferente de ciertos tipos de minerales. El humus, materia orgánica en elevado grado de descomposición, predomina en este sector edáfico, facilitando el enraizamiento y crecimiento de las plantas. Como consecuencia, exhibe un color oscuro y una textura masiva sin que pueda distinguirse estructura alguna. Su tiempo de formación, requiere una horquilla temporal de 600 a 1.500 años, siendo más antiguas las capas edáficas más gruesas. En ocasiones, el horizonte 0 se incluye dentro de este sector edáfico.

En esta capa del suelo se concentran los materiales inorgánicos solubles arrastrados del horizonte A, al mismo tiempo que se forman productos nuevos. Por tanto, se trata de un estrato rico en minerales, donde los procesos de precipitación promueven la creación de estructuras. De esta manera, la capa puede presentar manchas blancas debido a la precipitación de carbonatos o colores rojizos debido a formación de minerales de hierro. Este nivel del suelo posee un elevado porcentaje de arcillas y refleja con bastante fidelidad los procesos fisicoquímicos del suelo. Debido a sus características, el horizonte B recibe el nombre de capa de acumulación con un tiempo estimado de formación de 3.000 a 5.000 años.

En esta parte del perfil del suelo se produce la alteración de la roca original, permitiendo reconocer solo una parte de esta. En este punto la meteorización de la roca madre es evidente, mostrando una textura irregular con fragmentos de la roca primigenia inmersos en una matriz areno-arcillosa compuesta por minerales de alteración y secundarios. Como puede preverse los horizontes edáficos no se corresponden con límites netos sino con zonas de transición. Por tanto, identificar dos horizontes distintos no significa que los límites entre ambos se vean con nitidez. Por esa razón, cada sector edáfico posee varios subniveles según la finalidad del estudio y las propiedades del suelo.

El horizonte R corresponde a la roca madre original, el nivel donde esta no ha sufrido una alteración visible y cuyas características iniciales pueden reconocerse con facilidad. Los suelos poco evolucionados se identifican mejor por el protagonismo de la roca madre y la delgadez de sus capas superiores. Por supuesto, los suelos no tienen porqué tener todos los niveles edáficos, pues estos son una respuesta a los procesos ecosistémicos de la zona. Lo ideal es que los horizontes del suelo estén lo más evolucionados posible para obtener una mayor calidad del suelo. Por otra parte, los suelos crecen hacia abajo en un proceso lento y continuo de 10.000 años de media. En casos extremos, como las tierras profundas de las selvas tropicales, el crecimiento de la capa del suelo se alarga millones de años.

Los horizontes edáficos advierten de su evolución genética por lo que la observación de sus elementos arroja datos sobre sus condiciones de formación. Las variables más importantes que afectan al suelo son:

• Factores temporales: aunque los suelos presentan una evolución discontinua, se considera un recurso renovable donde la intervención humana no tiene un gran peso debido a sus tiempos de formación. Por tanto, la información recopilada en diferentes suelos permite reconstruir la evolución edáfica de la zona.
• Factores biológicos: la actividad microbiana que interviene en la degradación de la materia orgánica permite el traspaso de nutrientes dentro del perfil del suelo. Por otra parte, los organismos facilitan la aireación del suelo, incrementan la tasa de meteorización y afectan a los niveles de pH.
• Factores topográficos: el relieve también determina la acumulación de materia orgánica y la intensidad de procesos de erosión y disponibilidad de agua. Además, las zonas de solana y umbría, aún ante la misma topografía, son relevantes. Las zonas más llanas, húmedas y menos expuestas desarrollarán suelos más profundos.
• Factores climáticos: son de gran relevancia para la creación de suelo debido al control sobre variables como la humedad y la temperatura. En climas cálidos y húmedos, la degradación de la roca será más intensa, así como la creación de nuevo suelo. Justo al contrario que los climas fríos y secos que conservan suelos con horizontes edáficos pobres.
• Factores litológicos: la composición de la roca madre, más en los estadios iniciales, otorga la mayor parte de los nutrientes del suelo. Por otra parte, la porosidad, estructura y resistencia de la roca determina la intensidad de la meteorización y la disponibilidad de agua.

Gracias a los datos de los horizontes edáficos es posible reconstruir la evolución del perfil del suelo realizando una correlación entre diferentes calicatas. De manera similar a los que se hace con las columnas estratigráficas, facilitan la monitorización de las tasas de erosión y riqueza del suelo para la creación de mapas edafológicos.

Ya has descubierto más sobre los horizontes del suelo, por ello ahora te animamos a leer sobre la Edafología: definición, características e importancia. También te recomendamos leer sobre Rizosfera: qué es, composición e importancia.

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